LA VIDA EXAGERADA DE BRANDOLERO VI
VI
¡Mierda! 17 años, quien lo diría, apenas y llevo un año de carrera literaria no oficializada. Es temprano, las cinco de la mañana, nadie todavía me ha llamado para desearme feliz cumpleaños. Brandolero sigue roncando en un colchón ubicado en el centro de la sala. Le obligue a que destinara parte de su dinero en un colchón, pues ya me tenía harto con sus apesadumbrados quejidos de dolor en la espalda.
- Muy posiblemente sea porque duermo en el sofá – se quejaba Brandolero
- Cómprate un colchón y asunto solucionado.
- Mmm (Me miró de soslayo)
- Porque me miras así, No estarás tratando de insinuar que deberíamos turnarnos en el uso de la cama?
- No sería mala idea-conjeturó Brandolero
- Tas loco tú.
- Dios dijo compartir
- Y desde cuando crees tú en Dios, si eres ateo
- Desde ayer
- ¿Y eso porque?
- Por que ayer vi a la mujer más linda de todo el mundo y cruzamos miradas y creo que fue obra de Dios, ¿De quién más podría serlo?
- Bueno, es malo creer solo por conveniencia
- Pero volviendo al tema cholo, deberías compartir conmigo la cama, comprar un colchón es un presupuesto aparte, y no creo que estés dispuesto a gastar en uno, no dices que estas ahorrando para no sé qué cosa.
- Nada, nada, no pienso compartir cama contigo ni cagando. Además quien tiene que comprar el colchón eres tú, que tal conciencia, es tu espalda no la mía huevón
- ¿Eres mi amigo?
- Eso no condiciona
- Bueno… Oe había algo que quería decirte maldito amigo, creo que yo estoy influenciando en tu vocabulario, un escritor no deberías hablar lisuras vulgares muy continuamente
- Tienes razón, es que la verdad soy un escritor extraño, un escritor vehemente, fuera de serie, y no te preocupes no me has influenciado nada, además que me voy a dejar influenciar por un babosos como tú. Jaja
- Tranquilo, tranquilo, ¿Que es lo que hay?
- No sé pero solo cuando estoy contigo hablo mas lisuras vulgares, tsss ya aprendiste (Le palmoteó en la espalda) pero cuando estoy con otras personas soy considerado como uno de los que mejor vocabulario tiene. Es cuestión de confianza, entre amigos nos tratamos así. Es nuestra vida exagerada.
- Claro…
- Pero eso ya depende de ti, o te sigues malogrando la espalda o mejor te compras un colchón
- Pucha los dolores cada vez son más insoportables
- Yo te aporto diez lucas para tu colchón
- ¿Solo diez chibilines?
- Eso es mucho, es tu responsabilidad, haber si así dejas de fumar menos este mes.
- Ya, ya, me convenciste, este fin de semana vamos a comprar uno, pero el más barato nomás.
- Eso eliges tú
Ahí estaba, pocos semanas después, Brandolero en su colchón celeste de doble esponja, lo conseguimos a buen precio en la cachina, es de segunda, jamás me atrevería dormir ahí, sabe Dios quién o quienes habrán pasado por esa espuma, pero para Brandolero eso no era problema, el dormía a diestra y siniestra. Hasta a veces lo envidiaba por que pareciera que su colchón lo hacía dormir más relajado que yo.
Estuve escribiendo hasta que sonó mi celular con la primera llamada. Eran mis padrinos. Me felicitaron por los 17 años y prometieron enviarme un regalo pronto. Es más me dijeron que fuera a su casa una de estas semanas para que fuéramos juntos a comprar libros. Les agradecí por ser los primeros en llamarme. Y luego colgaron o colgamos casi simultáneamente.
Brandolero se despertó media hora después. Vino a mi cuarto y me interrumpió en la parte más interesante de mi libro.
- Feliz cumpleaños cholo
- Gracias, gracias
- ¿Oe y qué planes para hoy?
- Nada, saldré o me acompañarás a cenar por ahí.
- Ya chévere, pero mira es fin de semana, podríamos ir a una discoteca.
- El problema es que no hay movilidad, y aun así lo tuviera, no sé manejar, y sale un poco carito toda esa vaina
- ¡Carajo! Para que estoy yo. Yo aprendí a manejar a los trece años, en el Wolks Vagen plomo de mi viejo. Sí, en el escarabajo, en el sapito medio destartalado que a veces usaba para ir al mercado.
- Pero no hay carro
- Vaya problema
Tomamos un desayuno cualquiera. Sin nada en especial. El día transcurrió y seguí recibiendo llamadas. A eso de las cuatro, después de almorzar un buen bisteck en el restaurant de la esquina, recibí por fin la llamada de mis padres
- Hijo, feliz cumpleaños, que Dios te bendiga.
- Gracias.
- Perdona que recién te llamemos es que estuvimos ocupado en tu sorpresa
- ¿Sorpres?
- Sí, tienes que ir ahorita mismo a la casa de tu tío Lujan, el te va llevar donde está tu sorpresa.
- ¿Ahorita?
- Sí
- Asu que flojera.
- Nada de flojera anda donde tu tío ya vas a ver que es un sorpresón.
- Bueno, cuando lo vea se los agradeceré, ya estamos hablando.
- Ya, nos llamas cuando estés donde tu tío Luján, mira no te olvides.
- Está bien yo les llamo. Adiós
- Adiós hijito ojala la pases bien o la sigas pasando bien, tu sabes que todos te queremos y sigue adelante.
- Gracias, cuídense.
Brandolero me preguntó: ¿Tus viejos? Sí- le respondí- dice me tienen una sorpresa en la casa de mi tío Lujan, voy a cambiarme para ir. ¿Quieres acompañarme? Bueno porque es tu cumpleaños. ¿Dónde vive? En Lince. Un poco lejos, pero ya no importa vamos y de ahí hacemos unas cuantas llamadas a alguna de nuestras amigas para coordinar que se va hacer en la noche. Está bien, pero apúrate, cámbiate, que el tiempo se pasa volando.
Tomamos un micro y nos fuimos directo a Lince. El viaje fue un poco largo porque en el camino ocurrió un accidente y las vías estuvieron obstruidas por un momento. Era primavera en Lima, había salido un calor soportable, más bien un calor amigable, el día era perfecto para mi cumpleaños, pero ese día me sentía tan nostálgico, pues hace tiempo que no veía a mi enamorada, me había llamado pero no podía salir porque estaba en finales y además su hermana la estaba controlando mucho en esos días. Además me sentía un poco decepcionado porque sentía que al leer a Cortázar, a Benedetti, a Onetti, a Borges, a Sábato uno no sabía si verdadera profesión era ser escritor. Uno no sabía si podría llegar a ser tan bueno como ellos. Pero ya sabía que todo era posible en la vida. Así que no me decepcionaba no haber ganado varios de los concursos a los que me presenté. Brandolero me decía: No sé mucho de literatura, pero tu escritura es de la putamare, aunque no la hay leído, se refleja en tus ojos. Era cierto mi literatura se reflejaba en mis ojos, en las miradas extrañas que yo le proporcionaba a la vida. Era lo mismo que sucedía con Brandolero, dentro de su mirada, estaba su picardía, su mirada era una manera distinta de decirle al mundo: Quieran o no yo ya existo.
Llegamos a Lince, le indiqué a Brandolero por donde teníamos que ir, mi tío vivía en una residencial, así que nos desubicamos un poco pero al final logramos encontrar la dichosa casa. Tocamos el timbre y mi tío me saludo con un abrazo: ¡Feliz cumpleaños muchachón! ¿Y quién es él? ¿Tu amigo de la universidad? ¡No!, es mi amigo simplemente, mi amigo de casa, un amigo con el cual convivo, con el cual he pasado los momentos más…. Bueno creo que te voy a aburrir tío, además debes estar ocupado y solo vine aquí para recoger mi regalo. Para este tipo de regalos no hay ocupación ni impedimento que no me permita ver tu cara de alegría al ver tu regalo.
Sígueme- me dijo. Y fuimos directo a su Station Wagon blanco con el cual hacia taxi por que ya era militar retirado, y simplemente hacer taxi era un cachuelito que no le caía mal a nadie. Fuimos hasta la marina. Hubo un silencio totalizador durante todo el viaje. Ni mu, ni pio.
Llegamos al lugar indicado y yo me quede absorto: Ese es tu regalo- me dijo mi tío señalando un Toyota Prius del año. Brandolero parecía el agasajado. Me abrazó fuertemente, casi se podría decir que me cargo.
- Huevón, un carro, que rico, carajo, una caña. Alégrate – me dijo
Sonreí y dije Gracias Dios mío. Lo abrasé a mi tío y él me dijo: Ya me lo prestarás el próximo años para correr en caminos del inca. En seguida llamé a mis padres para agradecerles.
Era raro, me sentía feliz, pero no emocionado. Cuanto daría yo para que mi regalo sea verte amor- me dije- nada daría, no tengo nada que ofrecer, mis escritos quizás sean poco para ti, tengo – y eso si es lo esencial- simplemente un amor par agotarse. La llamé y le conté la sorpresa que me habían dado, le dije que la extrañaba, ella me dijo lo mismo pero tuvo que cortarme porque su hermana ya venía. Y en ese percance de felicidad extraña, me terminé por reír, pues no pude evitarlo, simplemente ver a Brandolero, corriendo por la calle, como un loco y diciendo: ¡Una caña carajo! Y besando el vidrio donde estaba el carro en exposición, era absolutamente gracioso y simplemente me conformé con eso, con ese regalo de su parte, haberme arrancado una risa en el momento más incierto de mi cumpleaños.
Recogimos el carro. Mi tío se hizo el propietario de ese carro hasta que yo cumpliera los dieciocho años. Firmó unos cuantos papeles, nos llevó a casa y fue a guardar el carro en su cochera.
Ese día no fuimos a ninguna discoteca, ni a ningún sitio, solo pedimos una pizza delivery a la casa, vimos una película. Y Brandolero se quedó dormido a mitad de “Mentes Siniestras”.
Fue la primera vez que dormí junto a él, en su colchón celeste. Al despertar, la tele seguía prendida, me levanté y lo apagué y luego regresé al colchón para acurrucarme con la colcha.
Y mientras iba cerrando los ojos pensé: Qué rico es dormir en el colchón de Brandolero…
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