Me levanté del corroido asiento del wolkswagen azul que mi viejo me había regalado en la graduación de lingüistas. Encendí el motor- con la sensación de tener los cesos dilatados- y salí de la cochera. El perucho extendió la mano y me miró de soslayo, como acusándome de ser un alcohólico. Bueno, al menos yo lo sentí así. El perucho iba en un BMW que le había sacado a una señora canosa que murió hace no mucho en circunstancias que nunca entendí bien, pero yo creo que eso es una trampa. Perucho maldito, gigolo moralista, asesino "caleta", huevón con plata, !bah! ya quisiera yo cogerme tías y que me pagaran. Eso es vida. Ahora comprendo a mi profesor de filosfía - digno dipsómano- cuando me decía, "!Huevón tú tienes futuro, qué pena me das!", el futuro en este país es una maldición, el futuro te jode, el futuro es una fisura del pasado. Vaya viejo sabio, !Qué gran descubrimiento!, todos tenemos futuro, pero quízás nadie sepa que el futuro es sólo futuro, no es dinero, no es riqueza, no es mejor persona, es- quizás- nada. Sería mentira pensar que nunca me he aferrado a la esperanza, e indudablemente el futuro es una esperanza. El mismo Borges lo sabe, todos los escritores tenemos la habilidad intrínseca de ser unos mentirosos, asi que si hay algo a lo que me aferro- aparte de mi vetusto wolkswagen azul- es a la vida, aunque sea una mierda, aunque sea etérea, aunque sea una esperanza, aunque sea futuro.
No sé qué trago bebí ayer, ni sé a cuantas mujeres besé y quizás hasta pude haber besado al maricón de Brian que me miraba lujuriosamente. Estaba borracho- como siempre- y nadie creía que yo fuera escritor. Cuando uno está borracho, duele mucho aceptar que los otros te vean como basura, como un amigo de las baldosas frías, de verás duele. Pero cuando uno está sobrio, duele más, y el desfogue viene por sí sólo. Ayer, cuando "libaba" licor en compañia de la chica de rojo usaba como recurso el "padrenuestro" de la actual poesía romántica, Neruda ya está muy gastado,"Táctica y estrategia" del maestro Benedetti me convertía en un plagero sin escrúpulos. Ponía el pecho horondo y fumaba los pocos cigarros que tenía en la casaca, ella me miraba, me acariciaba la cara, me besaba y me quedaba dormido. Cuando despertaba, ella "perreaba" en la esquina del recinto con un músculuso "potón" que movía el cuerpo como un maniquí que acaba de cobrar vida. Y me dolía, ser escritor también era un futuro; es decir, una vida. No era nada pero tenía un aire de exquisites irreprochable. La gente no cree que yo pueda sentarme a escribir, yo tampoco lo creía, ahora lo hago como cuando el perucho se va al gym, es una rutina. Jahir si me cree, me dice, "Sentarse a escribir es fácil", y yo lo sé, escribir historia - por que la literatura es historia- no es lo mismo que escribir un correo por Internet. En cambio, cuando estoy sobrio, la gente cree que soy un cortazariano, un benedettiano o hasta un "Vargitas" en proceso. Es irónico, por que cuando estoy con licor me creo Benedetti, pero cuando estoy lejos de él, a veces, ni creo que existo. Soy huraño cuando debería ser hablador y soy parlanchín cuando debería ser de perfil bajo. Soy escritor cuando debería ser humano, y soy humano cuando debería ser escritor. Cosa muy distinta, por cierto. Ahora ensayo- quizás no sea la palabra indicada- para ser literario, no en el sentido estricto de la palabra, por que nunca me han gustado los extremos, pero terriblemente siempre termino siendo un extremista del carajo. Humano o escritor, eso no importa, lo que ahora importa es que no tengo dinero (mis noveluchas son basura) No sé hacer otra cosa que no sea esas dos características mundanas, los hibridos me parecen geniales, así que usurparé el oficio más viejo del mundo- así dicen.
Las matemáticas no son mi campo, los números son geniales, pero no son mi campo, las operaciones matemáticas, los logaritmos son universos tan misteriosos como la literatura, pero repito, no son mi campo. Intentaré hacer algo tan simple en la pizarra de partituras que usaba mi viejo para enseñar a tocar violonchelo. Mi viejo sí era un artista, esta quinta lujosa de estilo barroco que antes era una casona vieja, fue una obra de arte que hizo mi viejo y que cuando se enfermó tuvimos que venderlo a una empresa charrúa que nos dio la mejor casa y nos indemnisó para que él pudiera sanarse. Dime si aquello no era futuro, la esperanza de recitar una décima al costado de mi viejo, meintras el tocaba alguna pieza de Vivaldi en el anfiteatro de Madrir se fue al carajo. Él murió, se jodió la vida por fumar y beber tanto como yo. Me dejó la casa, era su único hijo reconocido y que para colmo intentaba ser artista de las letras, también me dejó el "sapito" azul y el sueldo que le paga el estado. Lo suficiente para vivir- dijeron mis tías- y ahora pienso que eso es mentira, "lo suficiente para morir" digo ahora, cuatro mil soles para comprar trago y nicotina, vaya que eso es vida, perdón, muerte.
Pensé que ser gigolo estaba bien, humano y escritor podían dar ese resultado dentro de la infinidad de resultados que podían suponerse. Salí a la calle y pensé que con ese carrito no podría lamar la atención a ninguna tía. Regresé a casa para pedirle por teléfono el Toyota deportivo a mi tía Ingrid. Me dijo que estaba ocupada y que esperará diez minutos para que me devuelva la llamada. Me senté en el sofa y aproveché para beber un jugo de naranja. Encendí el televisor y escuché al narizón de siempre narrar las noticias en la tele. Estaba acostumbrado a escuchar de muertes absurdas,de violaciones extrañas y de fascinerosos vestidos de superhéroes. El narizón de la tela estaba preocupado, entre trivulaciones y leves tartamudeos decía que ayer en la noche habían muerto 300 escritores en circunstancias extrañas y que el día de hoy se venían reportando muertes sucedanias. La conductora del costado creyo que el narizón estaba loco y cambió el panorama de las noticias. Recibió la llamada de una vecina miraflorina para dar su opinión sobre el reporte del tráfico, la conductora intentó hacer unos apuntes en un papel, y la noticia, por fin, se convirtió en una verdad sin exageración, la conductora cayó muerta al costado. La señal se fue. Enseguida pensé que ayer había fumado mucho y quizás hasta un porro de marihuana. No estaba disvariando, no eran devaneos, corrí al banco de la esquina y vi un alboroto de gente corriendo despavorida. Los banqueros que hacían apuntes a mano, estaban muriendo.
La solución estaba, otra vez, en la tecnología, la ciencia le había ganado a lo arcaico, ya me lo esperaba. Escirbir a mano era estar condenado a morir, la era de las máquinas había empezado. Y ser gigolo era la profesión más digna del universo. Si de algo estaba seguro era que a mi colgajo, a mi turgente miembro viril, ninguna máquina lo iba remplazar. Al menos eso creía, hasta que desperté y unas luces psicodélicas titilaban en la discoteca, ella "perreaba" en la esquina del recinto con un músculuso "potón" que movía el cuerpo como un maniquí que acaba de cobrar vida. Y me dolía, ser escritor también era un futuro; es decir, una vida. No era nada pero tenía un aire de exquisites irreprochable. Era un sueño, como Quevedo, como Cervantes, como Aligheri, como Cortazar, como Benedetti, como Gabo, e irónicamente...como yo.