miércoles, 28 de octubre de 2009



VII


Brandolero quería presentarme a sus amigos. Así que una semana antes de la navidad fui a conocerlos. Quedamos en encontrarnos en Quilca, en una de esas tiendas góticas, donde trabaja su amigo. Sus amigos usaban la misma ropa que él, hasta el mismo pelo, una larga cabellera que les cubría casi toda la cara, pero la diferencia era la siguiente. Ellos eran góticos, y Brandolero solo era Brandolero y se vestía así y porque esa ropa estaba más barata y prefería no gastarse su dinero en ropa si no en cigarros, en miles de cigarros.


Estuvimos un rato haciendo palomilladas en las viejas calles de lima, que ya no eran como antes, ahora estaban más peligrosas que un fango de caimanes. Luego matiwasa, cada uno a su casa. De a pocos fueron desapareciendo sus amigos. Hasta que nos quedamos con uno que estaba hecho a imagen y semejanza de Brandolero, un tipo escuálido, con el pelo cochino que le cubría hasta la boca, hablaba pavadas igual que el susodicho, ¡Mierda! Era su clon y podría ser que este también fuera igual de conchudo que Brandolero, te lo juro por snoopy, era la versión original de Brandolero, creo que el mismísimo Brandolero era el bamba, ¡Qué paradoja! Ambos fumaban a por doquier, solo Hamilton (ojo) entre ellos hablaban el típico causha o causita, eran una mezcla extraña entre hard punk y reggaetón, ambos eran como dos gemelos en la plazoleta de Quilca, hasta en el acento de su voz, hasta el tema de su conversación y la inocencia convenida que tenían, sin lugar a dudas los dos eran un par de huevones, y yo también era otro por estar a su lado fumando Hamilton como loco.


-¿Y ahora que planes caushas? – dijo el clon de Brandolero


Como era oscuro tuve que mirar bien, pero muy bien para reconocer si me hablaba Brandolero o su usurpador.


- No sé, creo que ya es un poco tarde para hacer planes.


- Nada que tarde- repuso Brandolero- estamos Sábado, falta una semana para la Navidad, antes de hacer la semanesca, hay que ir a tomar unos tragos.


- ¿Qué es semanesca?- pregunte ironizado


- Así como hay cuaresma, para la navidad también hay la semanesca, una semana donde no cometes pecado, para llegar puro al nacimiento del niño Manuelito.


- ¿Ah? Y eso donde te lo enseñaron


- El padre Lalo en el colegio


- ¿Un moreno bonachón?


- No, un gordito, blancón, parecido a Bud Spencer, se llamaba Michael Leandro, no sé por qué le decían lalo


- Mmm


- Caushas, hay que hacer una chancha pa comprar un trago pa calentarnos- interrumpió el clon.


- Solo llevo tres lucas en el bolsillo de mi jean- repuso Brandolero


- A mí ni me miren- dije


- Brother, una propina pues, yo tengo pago en mi casa, esta acá a dos cuadras.


- Si cholo, mira que su cumple es pasado mañana, solo préstale, yo pongo mis únicas tres lucas.


Dos caimanes tiernos – que no existen- me convensieron.


- Ya, miren, tengo solo quince soles, nada más.


- Ya no importa, lánzate con el dinero causha.


Le solté mi guita, ni loco le iba a soltar todo, solo le solté un poco, si no ¿Cómo carajos iba regresar a casa?


Fueron, mientras yo les esperaba sentado en una banca del parque, a comprar un trago. Al rato volvieron con ron pomalca blanco y una personal de inca cola.


- ¿Qué fue?


- Acá esta. Vamos a mi casa para chupar.


- Si vamos a su casa- reafirmó Brandolero.


- ¿Qué fue? Vamos a tomar ron puro


- No brother, para eso hemos traído la personal de inca cola


- ¿Con esa cosita?


- Suficiente…


Quede como huevón, sí, como huevón, me estaba malogrando por las manzanas podridas, que en este caso eran un par de huevones y yo otro peatón estaba en plena metamorfosis a huevón, pero a uno de esos de campeonato.


Llegamos a la casa del clon. Abrió su puerta de lata con una llave media extraña. Cruzamos unas cuantas ropas tendidas en un tendedero, luego un pasillo iluminado por una luz azul y luego pasamos a otra que alumbraba de color rojo, ¡Mierda! Parecía un viaje interespacial o simplemente un prostíbulo. En el camino nos encontramos con un tipo que se balanceaba de un lado a otro, parecía que estaba con una pea fatal.


- Puta es mi tío- dijo el clon


- Guarda, guarda.


- No hay problema, hasta podemos chupar con él.


Seguimos caminando y el tipo se paro frente a nosotros


- ¿Sobrino? ¿Sobrino? Sobrino, ¡jeje!


- Tío, ¿Qué fue?


- Nada, me acaban de pagar en la empresa, acabamos de terminar de techar una casa y a todos los obreros nos han pagado hasta con veinte lucas más por buen trabajo.


- ¡Qué bueno!


- Señor buenas


- Señor buenas- dije también yo.


- ¿Tus amigos?- preguntó el enorme tío del clon


- Si tío mis amigos


- ¿Y que van ha ha ha… hacer? ¡Hip!


- Nada, por mi cumple vamos a celebrar de adelantado


- ¿Sólo van a tomar?


- Sí ¿Por qué?- repuso el clon


- ¿No hay pibas?


- No, nada, no pudimos conseguir


- No hay problema pues sobrino ¡Hip! Eso lo conseguimos donde el tío Joroncho, ese va ser mi regalo de cumpleaños


- No te preocupes tío, solo basta que chupes con nosotros


- Nada, nada, lleva esa huevada pa chupar con la germa ¿Tu todavía nada no?


Brandolero y yo escuchábamos la conversación como dos huevones.


- ¿Yo nada? – repuso el clon


- Nada, nada


- ¿Nada?


- Nada pues huevón, o sea todavía no has roto caja de cambios, no has tirado


- No, es que no hay gita


- Pucha pero tus amigas pues


- Nada, ellas son decentes – mintió el clon.


- Hoy te voy a presentar muchachas indecentes, malcriadas, zafiras, rompe sable, calienta porongas, 2x1, muchachonas, forajas, sandungas, griferas, catadoras de leche, mano sueltas, boxeadoras, esmeraldas, caza pajaros, francotiradoras, acuchilladoras…


- ¿Ah?


- Putas, pe huevón, putas…


- Ya, ya, chevere tío, te pasaste.


Creo que a esta parte de la historia la debería llamar: “Y de repente el clon se emociono” pero nosotros qué pintábamos en ese entierro, en serio era un entierro, o iba a ser un entierro, nosotros seríamos los populares, violonchelistas, laucheros, chupamedias, testaferros, gallinazos. Bueno en fin, que nos tocaba perder, quizás hasta nos tocaba ganar con alguna mañosería de alguna de esas putas, pero yo era fiel a mi mujer, así que fuí con ellos pero con la convicción de que no haría nada, aquí el que iba a golear era el clon.


Salimos de la casa del clon en el carro viejo con el que hacia taxi su tío. Ese carro estaba cagado, no tenía claxon. Yo le pregunté: Señor y como puede andar sin claxon. Para que necesito claxon, yo hago las veces de claxon y es un claxon más paja, saco mi cabeza por la ventana y digo avanza conchatumare- me respondió.


Llegamos al prostíbulo del tío Joroncho, nos preparo una mesa y nos trajo una colección de putas. En seguida pensé, a los coleccionistas de estampitas se les llama filatelistas, a los coleccionistas de monedas se les llama numismáticos, a los coleccionistas de disco se les llama disqueros, a los coleccionistas de putas ¿Cómo se les llamaba? Haber, ¿Putaletista? ¿Putismatico? ¿Putisquero? O simplemente ¿Hijo de puta?


- Ya sobrino escoge- le dijo el tío obrero a Brandolero (Al parecer se había equivocado, pues eran tan parecidos)


- ¿Yo? No pensaba, pero igual gracias


Antes debo decir que el clon se fue a mear un rato.


- ¿Cómo no pensaba? Esto es un prostíbulo huevón.


- Tiene razón.


Brandolero no demoro mucho, pues como dije era huevón, torpe, estúpido, monce todo lo que quieras, menos cojudo, sabía que en cualquier momento iba a llega el clon y su oportunidad se cagaría. Dio una rápida mirada a todas, no conocía a ninguna, pero opto por la que tenía unos cenos de campeonato. Brandolero iba a practicar por primera vez el alpinismo, le tocaron dos enormes montañas. El tío transó con la puta, le pagó lo debido y dejo que su supuesto sobrino se fuera contento con la puta en manos y cogiéndole el trasero.


Cuando llegó el clon, medio apurado, yo me cague de risa.


- ¿Qué fue tío?


- Nada, ya lo mandé a mi sobrino, así que saquen el ron para ir chupando.


- ¿Ah? Si yo soy tu sobrino


- No me vengas con huevadas chibolo conchudo, ¿Crees que también te voy a pagar un polvo?


- Mírame, soy tu sobrino… ¡Tío!


- No te voy a estar rogando chibolo hijoeputa. Señorita (llamó con el dedo) una jarra de cuba libre. Cóbrese.


Otra de las paradojas de la noche fue que después de que el señor estaba ya muy borracho, recién se dio cuenta de que su sobrino era en realidad el clon que se había quedado fuera. Ofuscado corrió al cuarto de la puta para reventar la puerta, junto con su sobrino hicieron fuerza comunal, pero vinieron los guardias del prostíbulo, un huachiman agarrado y los sacó.


A mí no me quedó otra que seguirlos y esperar a Brandolero afuera. Minutos más tarde salió Brandolero con cara de felicidad. Había sido uno de los mejores polvos de su vida.


- Gran puta eso era para mí, mi regalo-objeto el clon.


- No jodas, ya vámonos, eso te pasa por huevón y ni se te ocurra tocarme porque te saco la conch…


- Te cagaste huevón.


Nos quitamos del lugar. Su tío no pudo hacer nada porque se quedó tirado en la pista por efectos del alcohol. Ya en el camino Brandolero se quedo dormido porque estaba muy agotado. Llegamos a casa y cada uno a dormir, ya era tarde.


Concluí- acurrucado en la cama- de que el clon había ganado un premio esa noche, al igual que Brandolero. Pues el clon había ganado el concurso a mas huevón de la noche, pero eso sí, ese premio no tenia fines de lucro…




LA VIDA EXAGERADA DE BRANDOLERO VII
1:00 p. m.

LA VIDA EXAGERADA DE BRANDOLERO VII

lunes, 26 de octubre de 2009


Lo tenía preparado unos meses atrás. Mi amiga Berenice fue quien me dateó sobre el –en ese entonces- posible concierto de Stratovarius en Lima. Para algunos años atrás, me era imposible poder alucinar a la banda que acompaño mis pensamientos tristes y también grandes recuerdos, en mi país. Lo primero que se cruzó por mi mente fue ¿Qué hago? Obviamente buscar el dinero para la entrada, el polo, el disco, algo alusivo a ellos al menos. Busque trabajo en unas semanas, y caí en una cabina de internet. La paga era muy poca para un mes (200 soles), pero por el apuro sumada a la desesperación la acepté. El mes, paso volando, tuve que soportar a ignorantes que no saben ni agarrar el mouse, a chiquillos que joden porque no saben jugar esos juegos estúpidos, a señoras renegonas y tantas cosas así. Al acabar ese periodo, ya no había entrada para el dinero que disponía en ese rato (140 soles), La zona Polaris había expirado, peor Infinite, y Destiny faltaba, pero no me alcanzaba el dinero. En mis adentros sentía una gran impotencia, a la vez que mucha pena. Conseguí por Facebook un contacto, trabajador de plaza vea, que vendía su entrada Polaris porque iba a comprar Infinite. Me la vendió a 110 soles, que mas podía hacer, ya la tenia en mis manos, mis viejos sueños renacían, ya hasta poco dormía, puede sonar hasta infantil, pero hasta soñaba con ellos en circunstancias raras, que comíamos en mi casa, que jugábamos pingpong – Puedes reírte- cosas así. Pasaron los días, escuchaba todos los días Stratovarius en mi cuarto, en mi trabajo. Como ya tenía todos los discos, era cuestión de darles una repasadita, hasta a las rarezas y B-sides. También veía todos los conciertos que tengo de ellos, son como 6 creo. Llegó el bendito 24 de octubre, desperté, me bañe, me puse el polo de la gira, y Sali a Plaza San Miguel para encontrarme con un camarada – que por cierto me dejo platando- pero al no llegar el idiota, tome mi carro en la marina que me dejo en el ovalo de Miraflores, luego camine por el parque Keneddy mientras miraba pinturas y arboles. Llegue al Maria Angola, y había una caterva con polos negros, algunos raramente con polos de judas priest, metallica, hasta de los Ramones. Eran las 4:30. Estaba solo, con mi mochila colegial, y con hojas bond mas lapiceros, porque siempre pero siempre tengo la esperanza de algún dia verlos, y que –sobre todo- Jens Johansson me firme alguito y se tome una foto conmigo, fantasía que no se cumplió. A las fueras del local, me hice amigo de un patita, que no me dijo su nombre, pero que tenia algo de base histórica sobre Stratovarius. Llegaron las 8:30 mas o menos, yo estaba primero en mi zona, entramos al local, corrí a comprarme el flyer del evento a 2 soles. Dieron las 9:20, yo estaba en la rejita que dividía las zonas, mi papa me había dicho que era un imbécil en gastar mi dinero en lo que el llama “nada productivo”, yo me había mentalizado en que tenia que disfrutarlo al máximo. Sonaba el clásico intro del tema Destiny, mis ojos se inundaban -todavía lo recuerdo- de lágrimas reprimidas por muchos años, era Stratovarius en vivo, lo que siempre soñé. Lo gocé a más no poder, cada tema, sentí raro el “Twilight Symphony”, no se que sensación era. Los que fueron ya saben la lista de temas, contarlo por aquí resultaría complejo, debido a la avalancha de recuerdos que venían sobre mi. Tocaron Eagleheart y me sentía el hombre mas feliz del mundo. Lauri porra –que siempre me cayó bien- toco el cóndor pasa, mientras otros coreaban “TOLKKI”. Era una noche mítica. Era la mejor noche de las noches para mi, muy orgásmica. Timo Kotipelto nos enseñó a contar en Finés: Un-Ka-Ko-Me. Mientras decía que fuimos el mejor show de toda la gira. Mi Dios Johansson hacia sus payadas como es de costumbre, Matías bien serio, y Jorch Michael que se comporto amable. El Concierto había llegado a su fin. Black diamond fue cantada a todo pulmón, el María Angola remeció. Todos salíamos sudando, en su mayoría todos con una sonrisa de extremo a extremo. Al salir, yo tenia la extraña gana de abrazar alguien –a una mujer sobre todo- y nosé, llorar, hablar mucho. Fue genial. Ojalá vuelvan –de hecho que sí- y si fuese con Tolkki entonces seria un paro cardiaco general. ¿Qué aprendí de este concierto?, a que a la próxima tengo que ir a la zona mas cara, aunque esto valla en contra de mi filosofía anti-clasista, pero es una realidad. Lo que siento por Stratovarius no es un fanatismo simplemente, es algo calado en lo mas adentro de mi interior, algo que cultivo por 6 o 7 años, tiempo necesario para darme cuenta de su grandeza, de su tristeza subliminal escondida en la canción mas alegre. Magia de Tolkki, y mas magia de todos. Grande Stratovarius!

*Buscando un diamante negro en el corazón de un águila*
8:36 p. m.

*Buscando un diamante negro en el corazón de un águila*

domingo, 25 de octubre de 2009

Imagen by March F



Cuando me llamaron no supe que hacer. Si a Piedad la están llevando de emergencia es porque algo grave pasa, pensé. Apenas pude coger un taxi y estuve dispuesto a pagar lo que fuese con tal de estar a su lado en ese instante, lastima que no tenía mucho dinero.

- Un boleto para Piura, por favor.

- Son ciento veinte dólares.

- ¿No hay alguno más barato?

- Hay un pasajero que está vendiendo su boleto a sesenta.

- Lo compro.


Y lo compré. Ni bien me el avión se dispuso a transitar por los aires limeños tuve que apagar mi celular. ¿Si algo sucede y no pueden comunicármelo? Mi cabeza estallaba con tanto stress y me separaba de Piedad solo la barrera del tiempo. Al recostarme sobre el hombro izquierdo me quedé completamente dormido. Veía el mar en mis sueños. Era un mar negro y una pequeña balsa donde Piedad estaba llorando con un bulto blanco en sus brazos. Yo, aterrado, gritaba su nombre a voz en cuello; ella no oía nada. De las penumbras, una multitud vestida de luto empezó a emerger. Se veían elegantes, con gafas oscuras y velos de tul lúgubres, nadie se percataba de mi presencia.


De repente el oscuro mar se convirtió en una verde pradera. Empezó a llover. Reconocí apenas el lugar. Lloraba, lloraba tanto como cuanto enterramos a mi abuelo. Lloraba y gritaba. La gente Se iba cerrando delante de mí. Ya no podía ver a Piedad, solo veía el gentío oscuro a los lejos. En ese momento la azafata me despertó. Faltaban veinte minutos para llegar y me pidió que me abrochara el cinturón. Me miraba con ternura como si fuera un niño.


Al bajar del avión casi me agarran a balazos. Sin darme cuenta había empezado a correr como alma que lleva el diablo y los oficiales me detuvieron.

- ¿De dónde viene?

- De Lima.

- ¿A qué?

- Mi esposa esta en emergencias, creo que dará a luz.

- Ya veo

- ¿Me puedo retirar?

- No, tenemos que elevar un parte por incidente menor.

- Pero señor, mi esposa va a dar a luz.

- Lo siento, estos trámites también me incomodan.


Observé al oficial retirarse y suspiré. Me puse a pasear de un lado al otro en la pequeña habitación. Uno de los guardianes me ofreció un cigarrillo y al primer golpe me atoré. Llevaba seis años sin fumar. Desde que acabé la universidad Piedad procuró que yo dejara el tabaco, y así lo hice. Cada bocanada de humo que entraba duramente y me destrozaba la garganta, me dejaba un sabor amargo. Mi desesperación se acrecentaba porque me retuvieron también el celular. Incomunicado y asfixiado por el humo que se acumulaba en la sala, me caí en peso sobre el mueble – silla metálica e incómoda – que dispusieron para que espere.


La cabeza me estallaba y casi por instinto cerré los ojos. Recordé a mi padre en la misma situación cuando José – mi hermano menor – estaba por venir al mundo. De alguna manera para él fue más fácil. En ese tiempo no había celulares y, además, se paseaba impaciente en la sala de espera del Rebagliati, a dos metros de la sala de parto, y no en un apesto cuarto de interrogatorios. La imagen parecía un partido de tenis. Yo le seguía con la mirada y no comprendía por qué se impacientaba tanto. José nació muy bien. Tres kilos seiscientos. Mi padre orgulloso salió corriendo del hospital para avisarle a mi abuelo. Corrió como corría yo cuando terminaron de elaborar el parte y pude tomar un taxi hasta la clínica.


En la sala de espera me identifiqué más. Veía rostros acongojados, entre ellos el mío pasaba inadvertido. El doctor Rodríguez gritó – por enésima vez, me dijeron – mi nombre y, al igual que un sabelotodo en clase de historia, levanté mi mano orgullosamente. Me miró apenado y me hizo pasar a su oficina.

- La señora Piedad tuvo un contratiempo.


Me helé. En mi cabeza empezó a expandirse una de esas nubes que suelen aparecer en las historietas. Se reprodujo la escena de Piedad arrodillada en una tumba, rodeada de personajes con ropajes oscuros. Sola. Porque todos me cerraban el paso cuando quería llegar a ella, llegar y abrazarla, tratar de unir su cuerpo al mío para compartir la pena. No prestaba atención a las palabras del doctor, era como si fuese el fondo musical de mis banales pensamientos. Estaba resignado y pálido, seguramente. Me paré como zombie y cogí un vaso de agua; mientras lo apretaba pude evocar algunas palabras.

- ¿Qué significa eso doctor?

- Tenemos que hacer una cesárea.

- ¿Mi hija tiene posibilidades de vivir?

- Sí, pero hemos encontrado algo.

- ¿Qué, doctor?

- Padece el síndrome de Down.


Desperté de mi letargo. Estaría bien, pero tendría síndrome de Down. Piedad alguna vez comentó que ante ese caso existía la posibilidad de no hacerla nacer. Me resistí aquella vez y cuando Rodríguez me lo dijo hice explotar el vaso de impotencia. Decidí ocultarle la verdad a ella hasta que naciera la niña, hasta que esté fuera de peligro.


Tal vez cuando salí de la oficina me sentí más ligero. Estaba a metros de ella como mi padre cuando José nació. Sigo pensando que él la tuvo más fácil.

La siguiente media hora estuve más relajado que cuando llegué al aeropuerto, mis ojos pasearon sobre las hojas de revistas de política, espectáculos y de maternidad. Me imaginaba a mi hija con las ropitas que ofrecían en los catálogos. Me obnubilé con la belleza que tendría, su alegría innata. Me conmoví y cuando me paré frente a u espejo que estaba en la sala, encontré mis ojos aguados.


El doctor Rodríguez me dijo que todo había salido bien, que mi esposa descansaba y que la niña estaba siendo atendida. Me puse muy feliz y quise verla. La sala de incubadoras estaba repleta de recién nacidos. A15. Era el número de la incubadora donde la ponían justo cuando me pegué al vidrio. Quince como los años que tenía Piedad cuando se metió en mis pensamientos. ¿Cómo le diría que la mayor alegría de nuestras vidas padece síndrome de Down? Antes de responder la pregunta, ya divagaba por la Av. Grau. Caminaba sin rumbo, buscando la manera de que entienda que era lo que habíamos esperado hace años. Divisaba, como si alguien las hubiera puesto ahí, a parejas y a las madres que paseaban a sus hijos por los parques aledaños.


Cruzaba el puente casi sin darme cuenta y al alzar la cabeza la basílica de María Auxiliadora me propinó una sombra acogedora. Pensé en entrar, y lo hice.


Hace mucho que no pisaba el suelo de una iglesia. Me sentí intimidado, como si todos los santos y todos los ángeles fruncieran el ceño al verme caminando por esos pasillos. Con Piedad habíamos acordado bautizar a nuestra hija en ese templo. Me arrodillé en al primera banca e imaginé cómo el sacerdote nos invitaba a acercarnos para confirmar el nombre de nuestra hija. Al levantar la mirada mientras pensaba en su nombre, pude divisar un letrero. “No le digas a Dios que tienes un gran problema, dile al problema que tienes un gran Dios”. Me armé de valor y salí del templo rumbo a la clínica. Dejé algunas monedas al salir y los santos dejaron de ser hoscos.

Ella estaba en la habitación 103, en maternidad. Todavía no le habían traído a la niña. Me recosté a su lado y la abracé, solíamos hacerlo de adolescentes; me miró enternecida, sonrió. La besé y congelamos el tiempo, fue un beso con ese amor que parece que te va a estallar en el pecho, que no se puede contener, que amenaza con explotar. El doctor ingresó a la habitación pidiendo disculpas y tras de él la enfermera traía a nuestra bebé. Noté en el rostro de Piedad algo extraño.

- ¿Qué tiene ella, doctor?

- Su hija padece el síndrome de Down.


Se echó a llorar y nos dejaron solos por indicación mía. Hace nueve meses estaba tan alegre por la llegada de un bebe a nuestra vidas y cuando nace derramaba lágrimas sobre ella, yo me puse duro para que se sienta protegida. Es que es difícil ser padre por primera vez a los 45 años.

- ¿Qué haremos, Samuel?

- No lo sé

- ¿Hemos esperado tanto para que nos ocurra esto?

- No te preocupes, mujer. Dios proveerá.


Y nos quedamos abrazados los tres por toda la eternidad.

LUCIDEZ PATERNAL
7:29 p. m.

LUCIDEZ PATERNAL

miércoles, 21 de octubre de 2009



VI


¡Mierda! 17 años, quien lo diría, apenas y llevo un año de carrera literaria no oficializada. Es temprano, las cinco de la mañana, nadie todavía me ha llamado para desearme feliz cumpleaños. Brandolero sigue roncando en un colchón ubicado en el centro de la sala. Le obligue a que destinara parte de su dinero en un colchón, pues ya me tenía harto con sus apesadumbrados quejidos de dolor en la espalda.


- Muy posiblemente sea porque duermo en el sofá – se quejaba Brandolero


- Cómprate un colchón y asunto solucionado.


- Mmm (Me miró de soslayo)


- Porque me miras así, No estarás tratando de insinuar que deberíamos turnarnos en el uso de la cama?


- No sería mala idea-conjeturó Brandolero


- Tas loco tú.


- Dios dijo compartir


- Y desde cuando crees tú en Dios, si eres ateo


- Desde ayer


- ¿Y eso porque?


- Por que ayer vi a la mujer más linda de todo el mundo y cruzamos miradas y creo que fue obra de Dios, ¿De quién más podría serlo?


- Bueno, es malo creer solo por conveniencia


- Pero volviendo al tema cholo, deberías compartir conmigo la cama, comprar un colchón es un presupuesto aparte, y no creo que estés dispuesto a gastar en uno, no dices que estas ahorrando para no sé qué cosa.


- Nada, nada, no pienso compartir cama contigo ni cagando. Además quien tiene que comprar el colchón eres tú, que tal conciencia, es tu espalda no la mía huevón


- ¿Eres mi amigo?


- Eso no condiciona


- Bueno… Oe había algo que quería decirte maldito amigo, creo que yo estoy influenciando en tu vocabulario, un escritor no deberías hablar lisuras vulgares muy continuamente


- Tienes razón, es que la verdad soy un escritor extraño, un escritor vehemente, fuera de serie, y no te preocupes no me has influenciado nada, además que me voy a dejar influenciar por un babosos como tú. Jaja


- Tranquilo, tranquilo, ¿Que es lo que hay?


- No sé pero solo cuando estoy contigo hablo mas lisuras vulgares, tsss ya aprendiste (Le palmoteó en la espalda) pero cuando estoy con otras personas soy considerado como uno de los que mejor vocabulario tiene. Es cuestión de confianza, entre amigos nos tratamos así. Es nuestra vida exagerada.


- Claro…


- Pero eso ya depende de ti, o te sigues malogrando la espalda o mejor te compras un colchón


- Pucha los dolores cada vez son más insoportables


- Yo te aporto diez lucas para tu colchón


- ¿Solo diez chibilines?


- Eso es mucho, es tu responsabilidad, haber si así dejas de fumar menos este mes.


- Ya, ya, me convenciste, este fin de semana vamos a comprar uno, pero el más barato nomás.


- Eso eliges tú


Ahí estaba, pocos semanas después, Brandolero en su colchón celeste de doble esponja, lo conseguimos a buen precio en la cachina, es de segunda, jamás me atrevería dormir ahí, sabe Dios quién o quienes habrán pasado por esa espuma, pero para Brandolero eso no era problema, el dormía a diestra y siniestra. Hasta a veces lo envidiaba por que pareciera que su colchón lo hacía dormir más relajado que yo.


Estuve escribiendo hasta que sonó mi celular con la primera llamada. Eran mis padrinos. Me felicitaron por los 17 años y prometieron enviarme un regalo pronto. Es más me dijeron que fuera a su casa una de estas semanas para que fuéramos juntos a comprar libros. Les agradecí por ser los primeros en llamarme. Y luego colgaron o colgamos casi simultáneamente.


Brandolero se despertó media hora después. Vino a mi cuarto y me interrumpió en la parte más interesante de mi libro.


- Feliz cumpleaños cholo


- Gracias, gracias


- ¿Oe y qué planes para hoy?


- Nada, saldré o me acompañarás a cenar por ahí.


- Ya chévere, pero mira es fin de semana, podríamos ir a una discoteca.


- El problema es que no hay movilidad, y aun así lo tuviera, no sé manejar, y sale un poco carito toda esa vaina


- ¡Carajo! Para que estoy yo. Yo aprendí a manejar a los trece años, en el Wolks Vagen plomo de mi viejo. Sí, en el escarabajo, en el sapito medio destartalado que a veces usaba para ir al mercado.


- Pero no hay carro


- Vaya problema


Tomamos un desayuno cualquiera. Sin nada en especial. El día transcurrió y seguí recibiendo llamadas. A eso de las cuatro, después de almorzar un buen bisteck en el restaurant de la esquina, recibí por fin la llamada de mis padres


- Hijo, feliz cumpleaños, que Dios te bendiga.


- Gracias.


- Perdona que recién te llamemos es que estuvimos ocupado en tu sorpresa


- ¿Sorpres?


- Sí, tienes que ir ahorita mismo a la casa de tu tío Lujan, el te va llevar donde está tu sorpresa.


- ¿Ahorita?


-


- Asu que flojera.


- Nada de flojera anda donde tu tío ya vas a ver que es un sorpresón.


- Bueno, cuando lo vea se los agradeceré, ya estamos hablando.


- Ya, nos llamas cuando estés donde tu tío Luján, mira no te olvides.


- Está bien yo les llamo. Adiós


- Adiós hijito ojala la pases bien o la sigas pasando bien, tu sabes que todos te queremos y sigue adelante.


- Gracias, cuídense.


Brandolero me preguntó: ¿Tus viejos? Sí- le respondí- dice me tienen una sorpresa en la casa de mi tío Lujan, voy a cambiarme para ir. ¿Quieres acompañarme? Bueno porque es tu cumpleaños. ¿Dónde vive? En Lince. Un poco lejos, pero ya no importa vamos y de ahí hacemos unas cuantas llamadas a alguna de nuestras amigas para coordinar que se va hacer en la noche. Está bien, pero apúrate, cámbiate, que el tiempo se pasa volando.


Tomamos un micro y nos fuimos directo a Lince. El viaje fue un poco largo porque en el camino ocurrió un accidente y las vías estuvieron obstruidas por un momento. Era primavera en Lima, había salido un calor soportable, más bien un calor amigable, el día era perfecto para mi cumpleaños, pero ese día me sentía tan nostálgico, pues hace tiempo que no veía a mi enamorada, me había llamado pero no podía salir porque estaba en finales y además su hermana la estaba controlando mucho en esos días. Además me sentía un poco decepcionado porque sentía que al leer a Cortázar, a Benedetti, a Onetti, a Borges, a Sábato uno no sabía si verdadera profesión era ser escritor. Uno no sabía si podría llegar a ser tan bueno como ellos. Pero ya sabía que todo era posible en la vida. Así que no me decepcionaba no haber ganado varios de los concursos a los que me presenté. Brandolero me decía: No sé mucho de literatura, pero tu escritura es de la putamare, aunque no la hay leído, se refleja en tus ojos. Era cierto mi literatura se reflejaba en mis ojos, en las miradas extrañas que yo le proporcionaba a la vida. Era lo mismo que sucedía con Brandolero, dentro de su mirada, estaba su picardía, su mirada era una manera distinta de decirle al mundo: Quieran o no yo ya existo.


Llegamos a Lince, le indiqué a Brandolero por donde teníamos que ir, mi tío vivía en una residencial, así que nos desubicamos un poco pero al final logramos encontrar la dichosa casa. Tocamos el timbre y mi tío me saludo con un abrazo: ¡Feliz cumpleaños muchachón! ¿Y quién es él? ¿Tu amigo de la universidad? ¡No!, es mi amigo simplemente, mi amigo de casa, un amigo con el cual convivo, con el cual he pasado los momentos más…. Bueno creo que te voy a aburrir tío, además debes estar ocupado y solo vine aquí para recoger mi regalo. Para este tipo de regalos no hay ocupación ni impedimento que no me permita ver tu cara de alegría al ver tu regalo.


Sígueme- me dijo. Y fuimos directo a su Station Wagon blanco con el cual hacia taxi por que ya era militar retirado, y simplemente hacer taxi era un cachuelito que no le caía mal a nadie. Fuimos hasta la marina. Hubo un silencio totalizador durante todo el viaje. Ni mu, ni pio.


Llegamos al lugar indicado y yo me quede absorto: Ese es tu regalo- me dijo mi tío señalando un Toyota Prius del año. Brandolero parecía el agasajado. Me abrazó fuertemente, casi se podría decir que me cargo.


- Huevón, un carro, que rico, carajo, una caña. Alégrate – me dijo


Sonreí y dije Gracias Dios mío. Lo abrasé a mi tío y él me dijo: Ya me lo prestarás el próximo años para correr en caminos del inca. En seguida llamé a mis padres para agradecerles.


Era raro, me sentía feliz, pero no emocionado. Cuanto daría yo para que mi regalo sea verte amor- me dije- nada daría, no tengo nada que ofrecer, mis escritos quizás sean poco para ti, tengo – y eso si es lo esencial- simplemente un amor par agotarse. La llamé y le conté la sorpresa que me habían dado, le dije que la extrañaba, ella me dijo lo mismo pero tuvo que cortarme porque su hermana ya venía. Y en ese percance de felicidad extraña, me terminé por reír, pues no pude evitarlo, simplemente ver a Brandolero, corriendo por la calle, como un loco y diciendo: ¡Una caña carajo! Y besando el vidrio donde estaba el carro en exposición, era absolutamente gracioso y simplemente me conformé con eso, con ese regalo de su parte, haberme arrancado una risa en el momento más incierto de mi cumpleaños.


Recogimos el carro. Mi tío se hizo el propietario de ese carro hasta que yo cumpliera los dieciocho años. Firmó unos cuantos papeles, nos llevó a casa y fue a guardar el carro en su cochera.


Ese día no fuimos a ninguna discoteca, ni a ningún sitio, solo pedimos una pizza delivery a la casa, vimos una película. Y Brandolero se quedó dormido a mitad de “Mentes Siniestras”.


Fue la primera vez que dormí junto a él, en su colchón celeste. Al despertar, la tele seguía prendida, me levanté y lo apagué y luego regresé al colchón para acurrucarme con la colcha.


Y mientras iba cerrando los ojos pensé: Qué rico es dormir en el colchón de Brandolero…






LA VIDA EXAGERADA DE BRANDOLERO VI
7:59 p. m.

LA VIDA EXAGERADA DE BRANDOLERO VI