martes, 3 de marzo de 2009

EL ESCRITOR VENDIDO
8:23 a. m.

EL ESCRITOR VENDIDO



Esta es mi historia. Una breve reseña de lo que sería una historia fortuita callejera. Mi nombre Alan Poe, Julio Cortazar o mejor Mario Benedetti. Como pueden leer e imaginarse, soy conocido relativamente. Pero nadie se inmutaría si es que vendo mi pasión imaginativa a alguna mujer que de repente se aparezca por la acera, fumando un cigarro. ¿Por qué será? A fin de cuentas, yo no soy aquellos, mis influencias. Mi sobrenombre es Edward Armando. No sé como llamarme en un mundo tan complejo como este. Ni me interesaría saberlo. Julio Cortazar murió sin saberlo. No es que quiera imitar al pie de la letra su estilo. Si no es que me impactan, y algo que me impacta es digno de nombrar. Una guerra es impactante y nunca es digna. Lo único que lograré entonces será entreverar ideas. Bueno ustedes supondrán por que Cortazar merece ser rellenado en alguna de las páginas de mi vida, como lo son los otros autores. Y si alguno no logra suponerlo, tendrá ante el un espurio de escritura que no merece la pena seguir leyendo.

Estoy en la cuarta parte del día de hoy, y he tomado una decisión. Por supuesto que no es suicidarme. Si no venderme. A quien sea. Ya no sólo a una mujer. El ideal sería este – escritor, se vende a escritor- pero no ocurrió eso y no me pone triste, si no, simplemente satisfecho de haber imaginado como sería esa vida bohemia. Las formas de venta no son estratégicas, ni importa que así lo sean.

Me pongo un cartel en el pecho, imaginariamente, y aquel que pueda leerlo tendrá ante sus ojos algo inusual. Después de un mes no hay ningún postor. Nadie ha leído nada o es que no interesa mi propuesta.

Entonces, en la madrugada de un viernes, recibo una llamada incógnita. Es una voz masculina, ronca, tersa. Me dice con parsimonia. Muchacho, deseo comprarte. Le digo el precio. No objeta. Me echo en la cama, respiro fuerte, desde mañana empieza el trabajo.

El señor efectivamente, como suponía, es de edad, lleva un puro encendido en la boca. Me hace sentar. Me comienza a contar su historia. No puedo despedirme, me ha atrapado. Pasa un mes, y me deja en inconclusa su historia. No se que ha de seguir después de su muerte. Terminaré de escribir su historia en mi mente, ya cuando esté donde el haya ido a parar, estoy casi seguro que es en el cielo, pero no sé si yo pueda llegar a ese lugar. Pienso y digo que el único que podrá acabar esa historia es él. Yo me remitiré a imaginarla. Simplemente a eso. Asisto a su funeral. Digo entre mí que el único que aquí trabajo fue él. El fue el que se dio a mí. Me regaló su historia. Y no sé por que lo hizo, si fue para que tergiversara su historia- por que eso sería lo único que lograría- o que me diera cuenta que un escritor no se puede vender.

La segunda en comprarme fue ella. La de dulce mirada. Una muchacha de veinticinco años. Me llevaba por diez. Lo único que hizo fue llenarme de besos. De romances. Y luego me dejó con una historia por escribir.

Luego me compró un niño. Que jugaba conmigo. Fue el único que en verdad me compró- pero no para escribir- si no para ser fiel a sus jueguesillos de niño malo. A llenarme de patadas en la cara. A obligarme a leerle cuentos ya escritos. A esconderme en el mismo lugar, para que siempre me encontrará. Y finalmente a que le leyera – esto lo hizo indirectamente- un cuento no escrito y dispuesto a ser comenzado por mi. Pero sabía que yo había sido comprado para escribir para ellos. Y no para que ellos escribieran en mi mente por mí. Entonces renuncié.

Intrigado, me compró un periodista. Que lo único que hizo fue cuestionarme al por qué de mi decisión. Recuerda la última pregunta que me hizo antes de que me levantara y me fuera, bueno que fue la primera y compleja pregunta. ¿Por que crees que irían a comprarte? Yo le respondí que esas no eran las reglas del trabajo. Me paré y me fui. No sabía en que momento alguien me compraría para verdaderamente escribir para él. Que me diera una idea concreta y que yo comenzará a describir imaginariamente lo que podría ocurrir en ese instante. Y que lo viera, que me tirara en la cara el papel arrugado. Y me dijera que no le gustaba. De algún modo quería sentirme rebajado como escritor y esforzarme cada mañana más…

Otro que me compró fue usted, lector o lectora. Trataron de hacer algo. Pero nunca me sentí cómodo. Nunca me dieron órdenes directamente. Yo escribía lo que se me viniera en mente. Lo que estaba escrito y no.

El último en comprarme y con el que sigo trabajando hasta hoy fue usted. Me paga de la manera más aceptable. Y trabajo a todo gusto. Le he llegado a tener demasiada confianza. He dado con la idea que quería. ESCRITOR SE VENDE A ESCRITOR. Me he vendido a algún Cortazar, a algún Poe, a algún Benedetti. Me he vendido a usted. Individuo. Un escritor no sé puede comprar. Un escritor se puede forjar. Me estoy forjando. Se lo debo a Dios, a mi familia. Y especialmente a usted. Señor sin nombre. Gracias Edward Armando…

2 comentarios:

  1. eres mi0 de MI* de mi pr0piedad xD
    (METIEMBLATODOELCUERPOPENSARENTI)

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  2. te invito una copa, hombre. Sin bebida y sin brindis. Venga, que este llena de recuerdos.

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