sábado, 14 de marzo de 2009

BUSINESSMAN
8:29 p. m.

BUSINESSMAN


Caminaba rápido como todos los días, en algún momento se detenía para ofrecer sus mal recibidos servicios. Las zapatillas se gastaban en ese trance, el asfalto de la pista y el concreto de la vereda, ambos calientes, desgastaban día a día sus zapatillas, el negocio cada vez le daba más frutos y no era necesario dejar corre la imaginación para darse cuenta que, en poco tiempo, volvería da comprarse un par nuevo y seguiría trabajando, La frente le sudaba, el cansancio, combinado con el bochornoso ambiente de verano, lo agotaban. Un helado cada media hora trataba de refrescarlo, cada media hora realizaba un nuevo negocio.

Cuando empezó apenas ganaba cinco soles por el pase de clientes, luego aumento a diez, luego el era el men. Contactó a un amigo suyo que se ganaba la vida mas honradamente, robando con saco y corbata como diría algún ciudadano de a pie: en una notaria.

Sus facilidades de habla le habían valido la confianza del secretario que, hace ya mucho, también trabajaba en el infame. La cosa es así, decía, las mismas entidades te ponen trabas y los malditos notarios que se la dan de ya no ya y cobran un platal de mierda, por eso me metí en esto compadre, porque tengo que llenar la olla y porque no le hace mal a la sociedad uno que otro documento, eso sí, si la cosa es más fuerte, no me llames. Eso ya sería delito.

Su delimitado sentido de la honradez llevaba a hombres, en sus comienzos, buenos como ellos a dejarse corroer por la sociedad, dejarse envolver por esa espesa neblina de ilegalidad que se extendía por los alrededores del Palacio de Justicia.

Un hombre camina con un fólder azul, se le nota intrigado por ubicar al ente indicado, rechaza un gordo que se sobaba el adiposo vientre. Me acerco.

- ¿Trámites?
- Sí, socio.
- Avanza tío, no me des nada porque hay cámaras

Avanzan asta la entrada de un callejón, el hombre le entrega el documento y simplemente agrega el precio que va a pagar, el negocio se ha iniciado. Espérame aquí, veinte minutos. Salió rápidamente y se perdió entre el transito de las personas que al mediodía se disponían a almorzar.

El hombre del fólder se desespera, ha pasado una hora desde el pacto y aún no llego con el documento, estoy cerca y lo veo intrigado todavía. Me acerco.

- Listo
- Pero me arrugaste el papel pues
- Es que hoy, como nunca, la policía se ha puesto a vigilar.

Salen uno después del otro, el infame consumado, el delito no ha sido ni siquiera sospechado y si alguien lo vio: chitón, es pan de cada día, es agua de tiempo que, en este calor, se bebe cada media hora, o cada diez minutos. El hombre del fólder se va hacia el palacio de justicia y yo como buen trabajador seguiré buscando más clientes.

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