martes, 31 de marzo de 2009

Poder de infancia
3:34 p. m.

Poder de infancia


¡Que lo fusilen! ¡Que lo maten! ¡ Que fusilen inmediatamente a ese canalla!, gritaba una multitud de hombres y mujeres que conducia; maniatado a un hombre alto y erguido.Este avanzaba con paso firme y la cabeza alta. Su hermoso rostro viril expresaba desprecio e ira hacia la gente que lo rodeaba.Era uno de los que , durante la guerra civil, luchaban del lado de las autoridades.Acababan de prenderlo y lo ivan a ejecutar.

-"Si ha llegado la hora de morir, morire.Por lo visto, tiene que ser asi",pensaba el hombre; y, encogiendose de hombros sonreia friamente en respuesa a los gritos de la multitud . . .


De pronto en un momento de calma, se oyo una vocecita infantil entre las ultimas filas de la multitud.

!Papà, papà!, gritaba un chiquillo de seis años, llorando a lagrima viva.

El niño se fue abriendo paso hasta que logro llegar junto a su padre, y se abrazò a el.


¿Por què has salido de la casa?-pregunto el padre- ¿sabes lo que vas hacer?

¿Què?

¿Sabes quièn es Catalina?

¿La vecina? ¡Claro!

-Bueno pues ... ve a su casa y quedate ahì . . .

hasta que yo... hasta que yo vuelva.

-No, no irè sin ti, exclamò el niño, echàndose a llorar.

¿Por què?

- Te van a matar.


EL reo se acercò al hombre que dirigìa a la multitud.

-Escuchè, màteme como quiere y donde le plazaca, pero no lo haga delante de èl- exclamò indicando al niño-. Desàtame por un momento y còjame del brazo para que pueda decirle que estamos paseando, que es usted mi amigo. Asì se marcharà


El cabecilla accediò.Entonces, el reo cogiò al niño en brazos y le dijo:

Sè bueno y ve a casa de Catalina.

¿Y què vas hacer tù?

ya ves, estoy passeando con este amigo, vamos a dar una vuelta, luego irè a casa.

¿ De veras?


El pequeño obedeciò. Una mujer lo sacò fuera de la multitud.


En aquel momento, sucediò algo incomprensible e inesperado. Un mismo sentimiento invadiò a todos los que momentos antes se mostraron crueles, despiadados y llenos de odio.


¿Saben lo que les digo? Deberìan soltarlo, propuso una mujer.


Es verdad. Es verdad-asintiò alguien.


¡Soltadlo! -rugiò la multitud.


Entonces, el hombre orgulloso y despiadado que aborrecìa a la muchedumbre hacìa un instante, se echò a llorar, y cubrièndose el rostro con las manos , pasò entre la gente, sin que nadie lo detuviera.




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