lunes, 21 de septiembre de 2009

NUNCA TANTO
8:35 a. m.

NUNCA TANTO


Paty era una mujer de armas tomar y Roberto era un patan. Ambos se conocieron por celular cuando él la llamó para solicitar sus servicios. Eran las 9:30 de la noche de un sábado cualquiera, esos qu apenas uno quiere vivir. Sus pasos impacientes deambulaban en circulos mientras esperaba la aparición de ella por la puerta principal de su edificio en la Av. del Ejercito. Pancho, el vigilante había coordinado con él para avisarle en que momento llegaría la damita.

En su casa de Lurigancho, Paty s pintarrajeaa la cara con un carmin casi gastado, se puso panties y un short de esos bombochos que ahora estan de moda, le quedaba holgado y apenas se veía sexualmente apetecible. Sus cabellos eran marrones, algo anaranjados en verdad, su piel tersa pero cobriza, de ese color que abunda en el Perú. Su hijo esa noche se quedó con Justinacha, su vecina que la cubría cada noche que se ganaba la vida con el sudor de su frene, y de su vientre.
Apenas bajo del omnibus divisó el edificio y un oscuro viglante empezó a mirarla exhaustivamente. Casi con media cuadra de distancia le grito.

- ¿Ud. busca a Roberto Peña?
- (¿Ud?, jaja. Negro tonto) Sí, sí. ¿Es aquí?
- Ni mas, ni menos señorita.
- (Negro patán) Gracias.

Entró al ascensor, piso 9 y a soltarse los calzons mija, hay que trabajar para comer.

Como todas las noches finjió, se revolcó pero nunca besó a su acompañante. Entro a la ducha sola y se quedó allí hasta que Roberto s durmiera.

Roberto era un patán, pero de esos que tienen relaciones cada vez que en el Perú se hac justicia. No habpian sido pocas mujeres, pero Paty le fascinó.

A la mañana ambos bajaron juntos y - ¿tomados de la mano? - cruzaron hacia la pastelerpia de en frente. Le compró uno de esos conos con manjar, para llevar. Ella se plantó en el paradero a esperar el micro. ¿El la seguía? Subieron juntos, él pago el pasaje de ambos y se sentaron en asientos separados.

Quince minutos después se pudieron sentar juntos. Él la abrazó - ¿Qué hace?? - y ella se incomodpo un poco.

- ¿Podré llamarte todos los sabados para hacer lo mismo?
- Nunca tanto querido, nunca tanto.

A Roberto lo vi bajar en Pershing y volver caminando a su casa.

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