El hijo del carpintero (*)
Terminas de almorzar. Coges un vaso de bebida gaseosa roja y sacias tu sed. Comienza la función.
-Abuelo, ¿tu papá se llamaba Jesús?
- Claro, Manuel Jesús Avilés Quispe
- ¡Ah!, ¿y era obrero?
- Si, él era carpintero.
Cuentas su historia. Dices que él pertenecía a la gendarmería, llevaba jóvenes de provincia para que realicen servicio militar en Lima. Se jactaba de haber entrado al Palacio de Gobierno y que otros no lo hayan hecho. Él quería que fueras empresario, como los obreros en Lima hijos, quiero que sean empresarios. Y tu te esforzabas estudiando.
Un día, dices, me dejó la tienda en Grau y se fue. Te advirtió que cuidaras que no se robaran los cajones,y tu obedientemente lo hiciste. No sabes cómo, pero se perdió su reloj. Él te reclamó, dijo que habías dejado que se lo robasen. Tu te fuiste, con cien soles que te habían dado de adelanto para un cajó; en tu fugaz huida, se te calleron los benditos cien soles. Fuiste donde tu madre, ella te dijo que no hicieras caso, pero tu no lo pensaste y decidiste irte a Huancayo con tu hermano.
No te recibió bien la incontrastable y a los veinte días regresaste. Él te preguntó si querias terminar de estudiar o - como ya habías trabajado en Huancayo - trabajar en la tienda en Grau. Elejiste trabajar a tus 16 años. Duraste dos más. Te diste cuenta que no era para ti. Con el dinero que habías reunido te inscribiste al Bosco. Pero te casaste joven. Tuviste que seguir con el oficio del papá. Te convertiste en el carpintero, hijo del carpintero. Gracias abuelo, por tu experiencia.
(*) Foto de Manuel Jesús Avilés Quispe, una vida recorrida.
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